domingo, 10 de julio de 2011

La Leyenda de Formigal

"Anayet y Arafita eran tal vez lo dioses más pobres de la montaña, les habían despojado de sus pinares y abetales, ni siquiera fresas o chordones, hasta  sus ganados escaseaban, sus senderos se habían convertido en  pasos de contrabandistas.

Anayet y Arafita eran pobres pero trabajadores y honrados, y poco les importaba que los otros dioses-montañas los despreciaran porque ellos en su pobreza eran felices. Es más, tenían un tesoro que por nada lo cambiarían: una hija preciosa, la diosa Culibilla a la que el cielo dotó de todas las bellezas y cualidades entre las que destacaban el candor y su hermosura. Nada quería saber nunca de las pretensiones de todos los dioses pirenaicos.


Sus mejores afectos eran sin duda hacia los corderillos que competían en blancura con los inmensos heleros y glaciales que rompían el verdor de sus montañas. Y más aún amaba a las humildes y trabajadoras hormigas blancas, que durante el verano continuaban blanqueando la montaña hasta el punto que Culibilla la bautizo con el nombre de Formigal. La tranquila paz se acabo el día que Balaitus se enamoro ardientemente de Culibilla.


Balaitus era fuerte, poderoso, temido por todos, nadie se oponía jamás a sus deseos. El amasaba las terribles tormentas del Pirineo y forjaba los rayos capaces de destruir todo lo que le apeteciera. Violento como ninguno, cuando se enfadaba y hacia correr sus carros por encima de las nubes, se estremecían hasta los cimientos de las  montañas.

¿Como iba a ser feliz Culibilla con ese dios? Naturalmente, lo rechazo como a todos los demás que la habían pretendido, pero en mal momento ya que a él era la primera vez que lo rechazaban, y juro raptarla. Anayet y Arafita temían sus furores pero, ¿qué podían hacer los pobres por defender a su hija?

En tres zancadas dicen que se presentó Balaitus ante Culibilla, decidido a cumplir su propósito. Las montañas todas estaban atónitas, sin atreverse a defender a la hermosa y desgraciada diosa, Balaitus era el Zeus de aquel Olimpo Pirenaico. Y dice la leyenda que entonces Culibilla, al verse perdida, grito: ¡A mí las hormigas!

A millares acudieron de todos los sitios las hormigas blancas que empezaron a cubrir a Culibilla ante los ojos de Balaitus que, horrorizado, emprendió la huida. Culibilla, en el colmo de la amistad y el agradecimiento, se clavo un puñal en el pecho para guardar dentro junto a su corazón, todas las hormigas: es el foru de Peña Foratata. Y cuenta que los que suben al Forau de la Peña pueden claramente escuchar los latidos de Culibilla, la diosa agradecida. Y aseguran también que en Formigal, desde entonces, ya no hay hormigas blancas: todas las tiene ella."



Fuente: Comarca a comarca