sábado, 9 de octubre de 2010

EL Códice

Hace poco me dijeron que hacer una crónica sobre una exposición está muy bien pero que debería escribir acerca de mis sentimientos por esos libros, yo contesté que no podía escribir sobre eso porque no tenía ningún sentimiento hacia esos libros en concreto porque ni eran míos, ni había llegado a verlos, sin embargo no es del todo cierto.

No tengo el sentimiento que da la posesión, ese sentimiento de orgullo por ser poseedor un libro de estas características, pero indudablemente sí que siento la emoción que despierta la contemplación de la belleza de una obra de arte, como es cada uno de estos libros, libros que fueron copiados una y otra vez pero que sin embargo cada uno de los artistas que los copiaban añadían algo de su propia cosecha. 

Libro de ajedrez de Alfonso X el Sabio
En el siglo I, comienzan a aparecer los primeros códices, en su intento de sustituir los incómodos rollos y son el antecedente de los libros actuales Consistía en un cuadernillo de hojas hechas de madera cubierta de cera, de modo que se podía escribir con algo afilado y borrarlo después, si era necesario. Entre las tabletas de madera se insertaban, a veces, hojas adicionales de pergamino, poseían la ventaja de ser más cómodos en su manejo ya que permitían encontrar el pasaje que se buscaba y podía contener escritura por las dos caras. 



Arca de Noe - Beato de Urgell
A comienzos de la Edad Media, en Europa, eran los monjes quienes escribían los libros. La mayor parte de ellos contenían fragmentos de la Biblia aunque muchos eran copias de textos de la antigüedad. Los monjes solían escribir o copiar los libros en los monasterios en amplias salas denominadas escritorios. Utilizaban gran variedad de estilos que tenían en común el  escribir los textos en letras mayúsculas. Más tarde, como consecuencia del resurgimiento del saber impulsado por Carlomagno en el siglo VIII, los escribas comenzaron a utilizar también las minúsculas, cursivas, y a escribir sus textos con una letra fina y redondeada que se basaba en modelos clásicos, en la que se inspiraron siglos después, algunos tipógrafos del renacimiento. A partir del siglo XII, sin embargo, la escritura degeneró hacia un tipo de letra más gruesa, estrecha y angulosa, que se amontonaba en las páginas formando densos cuerpos de texto difíciles de leer.



Muchos libros medievales contenían dibujos realizados en tintas doradas y de otros colores, que servían para indicar los comienzos de sección, para ilustrar los textos o para decorar los bordes del manuscrito. Estos adornos iban desde los intrincados ornamentos del Libro de Kells, una copia de los Evangelios llevada a cabo en Irlanda o Escocia en el siglo VIII o IX, a las delicadas y detallistas escenas de la vida cotidiana del Libro de horas, del duque de Berry, un libro de oraciones confeccionado en los Países Bajos por los hermanos Limbourg en el siglo XV. Los libros medievales tenían portadas de madera, reforzadas a menudo con piezas de metal, y poseían cierres en forma de botones o candados. Muchas de las portadas iban cubiertas de piel y, a veces, estaban ricamente adornadas con trabajos de orfebrería en oro, plata, esmaltes y piedras preciosas. Estos bellísimos ejemplares eran auténticas obras de arte en cuya confección intervenían, hacia el final de la edad media, orfebres, artistas y escribas profesionales. Los libros, por aquella época, eran escasos y muy costosos, y se realizaban, por lo general, por encargo de la pequeñísima porción de la población que sabía leer y que podía sufragar sus gastos de producción.


Libro de horas del Duque de Berry

Entre los manuscritos miniados españoles destacan los llamados beatos, libros bellamente decorados, sobre los Comentarios al Apocalipsis del Beato de Liébana.

El Beato de Liébana, fue un monje franciscano del Monasterio de San Martin de Turieno, localizado en la comarca de Liébana (Cantabria) en las estribaciones de los Picos de Europa, siendo su obra más conocida los Comentarios al Apocalipsis de San Juan”, Se cree que murió en el año 798.

Se hicieron varias copias de los “Comentarios al Apocalipsis” de las que han llegado hasta nuestros días del orden de unos 24 beatos.

2 comentarios:

catacaldos dijo...

Pues yo sí sufro del orgullo de poseer uno de estos (varios ,mejor dicho), e incluso ediciones facsimil de El Lazarillo , El Buscon o el Mio Cid de Pere Abat , qué le voy a hacer.Eso sí , reconozco que te los hacurrado especialmente bien con los posts de los libros viejos estos que me gustan.Un afectuoso saludo , como siempre.

MCB dijo...

Pues me alegro un montón de que los tengas. Recuerdo en unos exámenes finales hace mil años que en literatura saqué un 10 por un trabajo sobre "el Mio Cid".

Se la satisfacción que se siente por mi amigo que es quien ha prestado sus libros para la exposición permanente del "Templum Libri" de Ponferrada. Toda la exposición es de libros suyos, y lleva toda su vida adquiriendo estos libros, si bien es verdad que se lo ha podido permitir económicamente claro, yo aunque quisiera no puedo. El día de la inauguración de la exposición, aunque yo no pude ir, pero por videos que he visto, se que estaba superemocionado y desde luego no es para menos.