Actualmente proliferan en Internet los blogs y las redes sociales, en las que las personas se relacionan unas con otras, cualquier persona “que pasa por allí” puede leer los comentarios que cruzas con otros e incluso participar. En algunas páginas parece como si el fin fuera acumular la mayor cantidad de amigos posible, y la mayor parte de las veces esos “amigos” no se han cruzado la mas mínima palabra, me consta además, pero queda muy bien tener 500 amigos o más, hay un dicho que dice: “tanto tienes tanto vales” y aquí creo que se puede aplicar perfectamente.
Yo también estoy en estas redes sociales, como no podía ser menos, aunque tengo que admitir que estoy bastante perdida. Tengo la sensación de que hay unas reglas no escritas de comportamiento, reglas que yo francamente desconozco y que me llenan de dudas acerca de cómo actuar, por lo que lo más probable es que actúe de forma incorrecta. Me gustaría que alguien me explicara cómo hay que actuar.
En los blogs, en los que publicas aquello que te interesa, y dejas reflejados tus pensamientos o sentimientos, publicas tus fotos y subes tus videos, se dejan comentarios en los post, y poco a poco y más si eres seguidor del bloguero, con el que casi está asegurada la afinidad, ya que se supone que si sigues un blog es porque los temas que en él se tratan son de tu interés, terminas por intercambiar los correos electrónicos y por mantener una correspondencia al margen del blog, cruzando correos, chateando, etc. En algunos casos llegas a considerar a esa persona virtual a la que no conoces de nada, como a un amigo de carne y hueso, porque después de todo uno no es simplemente una página o un blog de internet, detrás o mejor dicho por encima de todo hay un ser un humano con sentimientos.
Pero todo esto no es nuevo, ya cuando yo era adolescente, existía algo parecido. Entonces no existía internet, era allá por el año 68, pero existían las revistas juveniles en las que se publicaban anuncios de personas que querían mantener correspondencia con otras.
En estos anuncios, indicabas tus aficiones y tus gustos, generalmente musicales y si alguien, cuando leía el anunció estaba interesado o tenía algo en común escribía.
En una de aquellas revistas conocí a mi amigo Carlos, era de Barcelona. El escribir a Carlos empezó como un juego. Mi amiga llevaba un tiempo escribiéndose con un chico que se llamaba Enrique, al que le gustaba el grupo Máquina y un día en la misma revista que ella había leído el anuncio de este chico, apareció otro anuncio de un chico, con los mismos apellidos y la misma dirección que el amigo de mi amiga, así que decidí escribirle yo, pero sin decir nada de que sabía quién era.
Tardé cuatro o cinco cartas en confesarle la verdad, y me costó esperar tanto tiempo porque lo cierto fue que me cayó tan bien que me parecía que le estaba traicionando. Llegamos a ser buenos amigos, las cartas aunque al principio las escribíamos a mano eran bastante largas, y las de Carlos incluso más porque tenía una letra pequeña y apretada lo que hacía que un folio valiera por dos. Nos poníamos una especie de test, en el que nos preguntábamos sobre nuestros gustos y opiniones, hay que tener en cuenta que teníamos 13 años. Con el tiempo empezamos a escribirnos a máquina y entonces se alargaron mas ya que nos cansábamos menos. En esas cartas fuimos vertiendo los sentimientos que se iban produciendo con el cambio de la adolescencia a la juventud. Hablábamos de nuestros amores e incluso de nuestras inquietudes sexuales, pero de una forma totalmente sana, éramos dos personas que estábamos experimentando un cambio importante, yo le contaba mis aventuras montañeras, cuando empecé a ir a la montaña y él sus andanzas por Barcelona. La correspondencia duro muchos años, más de doce, eran dos cartas semanales las que nos escribíamos y ya al final con las obligaciones, y los estudios de la carrera de Carlos, que hizo dos, se fueron espaciando.
Tardamos alrededor de seis años en conocernos personalmente, nos cruzamos fotos, y nos llamábamos de vez en cuando por teléfono, aunque preferíamos escribir. El problema era que él era de Barcelona y yo de Madrid, y ahora es mucho más fácil y asequible viajar de Madrid a Barcelona o viceversa pero entonces, el estudiando y aunque yo trabajaba, los sueldos no daban para viajes. Finalmente un fin de semana vino a Madrid a conocerme.
Quedamos en una cafetería en el centro de Madrid, yo fui con una pareja amiga y menos mal porque creo que yo no supe estar a la altura de las circunstancias. Carlos era muy alto, medía dos metros, yo soy más bien bajita, y no se nos ocurrió otra cosa que ir a una discoteca. No hubo mayor problema, mientras estuvimos hablando, aunque curiosamente y a pesar de habernos contado siempre nuestras intimidades, estábamos un poco cortados, pero en un momento dado y cuando pusieron las lentas, como hacían en esa época, Carlos quiso bailar y yo dije que no, porque me daba un poco de corte y ahí hubo un momento un poco tenso, afortunadamente mi amiga salió a bailar con él y parece que se relajó el ambiente. Después le escribí una carta pidiéndole perdón por mi comportamiento y por haberle defraudado.
Julio Cortázar escribió un cuento en el año 77 titulado “Cambio de Luces”, es acerca de unas personas que cruzan correspondencia y se imaginan de una forma determinada y cuando después se conocen…. Ese relato le publicaré la semana que viene en dos partes para no hacerlo muy largo.
Años más tarde, en el año 78, y aprovechando unas vacaciones mías a la Costa Brava, paré en Barcelona y le llamé, pero como quería darle una sorpresa no le dije que iba a ir y él se marchó de viaje y no pude verle. En una relación que duró 13 ó 14 años solo nos vimos una vez.
Dejamos de escribirnos de una forma tonta y de película dramática. Carlos había cambiado varias veces de dirección y en la última, me escribió una carta con la nueva, yo llevaba la carta en mi bolso, me dieron un tirón desde un coche y me robaron el bolso y la carta con él. Le estuve llamando por teléfono pero no conseguí contactar, nunca cogían el teléfono, así que le escribí a la dirección antigua con la esperanza de que recibiera la carta, pero un par de meses después vino devuelta poniendo “desconocido”, durante cierto tiempo le estuve llamando por teléfono, pero no tuve suerte, supongo que de teléfono también cambió. Es verdad que al ver que yo no le escribía él podía haberme llamado, pero no lo hizo y así acabó todo, supongo que había llegado el momento de decirnos adios. Y lo sentí, lo sentí muchisimo. Todavía conservo parte de sus cartas y me gustaría saber que fue de su vida.
Ahora con Internet estas cosas no pasan, las direcciones no se pierden, aunque es verdad que si a una de las personas le pasa algo la otra no tiene forma de enterarse y siempre quedará la duda de que fue lo que realmente pasó. Aunque también es posible que algún día tropiecen en algún muro o en algún blog. Con todo lo inmenso que es Internet a veces puede ser un pañuelo.
2 comentarios:
Todos los que tuvimos pal-friends en aquella época sabemos lo que es y lo que nos ha supuesto Internet para ese tipo de relaciones. Sigo pensando que está bien para poner semillas ,pero las relaciones fructifican con el contacto (aunque sea ocasional) .Como leí en una viñeta del genial Bonvi en Sturmtruppen : Un soldado en la trinchera oye un ruido y grita "Alto ,quién va. ¿amigo o enemigo?" y una voz le responde "Simples conocidos".
Evdentemente, una buena cena, regada con un buen vino y una conversación amena e interesante en buena compañía, no hay blog, ni red social que lo supere, aunque hoy en día este tipo de cosas es lo que predomina.
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